26/12/11

Poderes y autoridad

Poderes y autoridad no son lo mismo. Tengo la creencia de que es el profesor Rodríguez de las Heras con quien aprendimos que la verdadera autoridad proviene del prestigio en el ejercicio del poder. La autoridad la da el prestigio (el prestige, aunque como bien dice Paco León en inglés suena peor). Y no se toma: se recibe. Los "comportamientos ejemplares" son una rareza, quizás porque los poderes sin prestigio ni sombra de él están a la orden del día. O quizás porque busquemos los grandes ejemplos donde se supone que reside la autoridad y no donde realmente se encuentra el poder. Los poderes, no el poder, se encuentran en cada espacio de relación entre personas u organizaciones. De manera principal, en los espacios cotidianos, que son los que edifican nuestras vidas. Ahí, en esas relaciones de todos los días, casi de todas las horas, abundan los pequeños modelos de poder –públicos y privados– de los que es posible seguir aprendiendo. Éstos nos enseñan, sobre todo, que el poder autoritario, el menos sensible o respetuoso, el menos democrático, el menos igualitario, será el menos prestigiado y, por lo tanto, el que más se aleje de ese ideal de autoridad. Nos lo enseña la historia compartida y nos lo puede enseñar la memoria personal de gran parte de lo que hemos vivido, sin ir más lejos, este 2011 que termina. Para que en el próximo año, otro buen deseo, podamos reducir las distancias entre los poderes y nuestra autoridad.

[i.jfgras. Plaza Chica, primera. 2009]

18/12/11

La rana hervida

Seguramente conoces la parábola de la rana hervida: si se intenta meter una rana en agua hirviendo, ésta huirá despavorida; si se hace en agua a temperatura ambiente que va calentándose poco a poco, la rana se acomodará a ella hasta morir cocida. La rana, aturdida, no sabrá reaccionar al calentamiento gradual que le costará la vida. El instinto le obliga a responder a las amenazas repentinas y bruscas, pero su mecanismo de supervivencia no está preparado para detectar los cambios lentos.

¿Padecemos el síndrome de la rana hervida? Sé de más de cuatro que podrían aplicarse el cuento y saltar cuando todavía están a tiempo. No sé si no lo hacen porque no sienten que su entorno se ha convertido en una amenaza: si no sienten, no padecen. O si no lo hacen porque, aun sintiéndolo hostil, siguen pensando que no ha llegado el momento de dar el salto. En cualquiera de los dos casos, ignorancia o indiferencia (ni lo saben ni les importa), pueden terminar tan cocidos como la rana.

Estiramos la parábola. Hay también quienes entran con gusto en el agua fresquita y gozan de ella, cada vez más cálida, queriendo creer que el punto de ebullición es el primer paso hacia su conversión de ranas en príncipes azules. No lo serán, ni escaldadas. Aunque nunca escarmentemos en rana ajena, advertidas quedan.

11/12/11

El arte de decir no

Aceptó. "¿Por qué lo hago?, preguntó retóricamente. Porque uno se cansa de decir no, y un día podría tener ganas de decir sí sin que nadie me propusiera nada." Aceptar por si no llegara otra propuesta. Es lo que hizo Raymond Chandler cuando Hitchcock le ofreció en 1951 volver a Hollywood para colaborar en el guión de "Extraños en un tren". Inesperadamente, Chandler aceptó. El escritor de novela negra acabará despidiéndose de todo y para siempre, tras llamar "panzudo bastardo" al afamado maestro del cine de suspense. ¿Por qué aceptaría Chandler regresar a Los Ángeles, a la meca de su perdición literaria y personal? Cuentan que lo hizo para perseguir a las secretarias y beberse el alcohol que había dejado sin consumir en su anterior desventura en Hollywood. Pero de allí había huido cinco años atrás, harto "de no hablar con un hombre culto durante meses". Y aceptó volver, no para encontrar algo nuevo o retomar algo viejo, sino por el puro cansancio de decir no y el temor a no tener nada más a lo que decir sí. Chandler tampoco fue asertivo. Como tantos y tan a menudo, no supo o no quiso poner en práctica el arte de decir no.


4/12/11

Nos lo merecemos

Empecé la semana compartiendo en facebook un deseo. El deseo era que no repitiéramos una frase que amenaza con ser recurrente en nuestras vidas. Esas palabras, dichas del tirón, son Esto no es ná pa lo que nos espera. ¿Alguien en la sala que no las haya oído o pronunciado en los últimos días?..., ¿no ven? La maldición reúne todos los ingredientes con que pretenden que cocinemos nuestras vidas: miedo, pesimismo y resignación. Aquéllas pueden parecer palabras de alivio, pero ¿a quién le consuelan más y más nubarrones en medio de la tormenta? La combinación social de miedo, pesimismo y resignación es siempre explosiva (o implosiva, que diría una compañera). Para desactivarla, nada mejor que luchar por arrebatar la razón a los agoreros: su sucia intención es que bajemos los brazos. Porque lo que nos espera, amigas y amigos, ¡no está escrito! El actor Paco León lanzó este contra-mensaje en el acto de entrega de los premios Ondas. La suya fue una arenga civil indignada, un discurso simpático, realista y esperanzador. Viene a recordarnos que ni lo que nos espera en el futuro está escrito, ni depende por entero de fuerzas oscuras que vayan a determinar nuestra existencia. El día a día concede margen a la participación, la realidad es dura y podemos demostrar que otro mundo es posible. Y que nos lo merecemos, "La vida es como la isla de El Hierro: bella, pero con muy mala leche". Pero bella. Y debemos conseguir que sea digna.