Agosto es pasado. Septiembre, un mes único para los lugares comunes, abre una brecha mayor que la distancia que separa hoy de mañana. Lo que sucedió en agosto, hoy día 31, hace semanas que empezó a tornarse añejo. Pero no sé si este mes acabará siendo viejuno. Genera expectativas de todos los colores y mantiene cierto esplendor. Es popular, en el sentido de que suele gustar. Pero para ser viejuno deberá cumplir otra condición: además de antiguo y admirado, tendrá que perder actualidad. Se comprende mejor con una comparación gastronómica (o comidista). Puede ocurrir con agosto algo parecido a lo que sufrieron el cóctel de gambas, los san jacobos o la tarta al whisky, platos en su momento triunfadores ya en decadencia. O puede que agosto sobreviva muy dignamente al paso del tiempo, permaneciendo sin envejecer, igual que los huevos fritos con patatas o un solomillo de ibérico (¿igual que el blog?). Dudo sin embargo que septiembre entre siquiera en el menú. Septiembre impone propósitos, cada año lo mismo. Se repite como el ajo.
[jfgras. Avilés, agosto. 2011]